Los besos no se piden, se roban. Besos prohibidos, besos furtivos, besos deseados, besos apasionados, besos robados de principio a fin. Los besos robados aparecen sin avisar, son fascinantes, imprevistos, maleducados, sabrosos, arrogantes, traicioneros, arriesgados, son los mejores de su especie y casta. Un beso legal nunca vale lo que puede llegar a valer un beso robado. Los besos robados son siempre los más dulces, los que nunca se olvidan, los que siempre serán recordados. Llevan encerrados en ellos un éxtasis camuflado que brota por salir, del germen del atraco, a la luz. Los besos robados saben a presencia, a caricia que roba treguas, son saliva que rueda por los labios. Después de un beso robado un ángel se posa a mi lado, envuelve mis penas acariciando el alma. Los besos que me roban se van haciendo míos un poco mas cada vez, con ellos sueño, siento, espero impaciente al próximo ladrón que se acercara a mi. Los besos robados son licor de mis labios rotos en la inmensidad. Un agrietado, resquebrajado sentimiento se remoja en las pausas del momento, que congelando el tiempo, se derrite en el espacio eterno de un beso robado. El amor se mezcla con la esencia de sensaciones, se diluye en los fracasos, cae en los tropiezos, en vanos esfuerzos sin recompensa, en desánimos y deseos frustrados, pero siempre le queda el refugio de los besos robados. Esos besos que abren un millón de puertas mas que los que nunca se han dado.

Mi primer beso, hace ya un poco de tiempo atrás, fue un beso robado, echémosle a este pionero la culpa de ser el causante de que me gusten tanto los besos robados.

  

En un beso, sabrás todo lo que he callado"

 – Pablo Neruda –